Lo primero y más importante por aclarar es que los carteles se imprimían habitualmente en tirajes de 250 a 1500 para su instalación en lugares públicos durante un breve período antes de ser destruidos y reemplazados por la campaña publicitaria de turno. Solo aquellas piezas que fueron conservadas por los artistas, coleccionistas, clientes o museos, sobrevivieron. El número de impresiones salvadas varía enormemente, los carteles de Lautrec suelen alcanzar precios elevadísimos, ya que de diez o quince ejemplares conocidos, quizá siete forman parte de colecciones en distintos museos. La existencia actual de un cartel está determinada por la historia a la que ha sido sujeto tanto en tiempo como en espacio: esto incluye los cambios físicos que ha tenido así como también a los distintos dueños a los que ha sido sometido. El valor de un cartel original tiende continuamente a aumentar debido al número cada vez más limitado de piezas en circulación y el creciente flujo de coleccionistas en todo el mundo. La imagen, su rareza, el diseñador, método y condiciones de impresión son todos considerados al valorar cada pieza. Si bien la rareza de un cartel original es difícil de determinar ya que nadie sabe a ciencia cierta cuántos ejemplares existen de una determinada pieza, no resulta complicado dar con una impresión original del cartel de Bob Dylan hecho por Milton Glaser a precios razonables, pero una tarea sin duda más complicada sería encontrar un Librarie Sagot de Cheret por menos de 7000 dólares.
Por pasión. El coleccionismo consiste, ante todo, en aprender a observar: por alguna curiosa razón, la idea de tener un Müller-Brockmann se hace más interesante cuando posees más de uno, porque la comparación entre las diferentes maneras en las que el diseñador ha intentado comunicar sus ideas ofrece una nueva y reveladora perspectiva. Un cartel te lleva al siguiente y nuestra compresión se beneficia de esta constante progresión. Todo coleccionista con el tiempo genera un vínculo con su colección y, cuando ve un cartel especial, sabe inmediatamente que quiere vivir con él y llevárselo a casa. Si bien la compra de un cartel original puede ser entendida como una inversión económica, comprar con la única idea de invertir es una mala decisión, se debe entender la obra, su significado y su mensaje. Aquellos que solo compran para invertir, terminan haciendo una mala inversión. El primer paso antes de tomar una decisión es pasar mucho tiempo mirando. No se debería tener prisa en comprar, sino en educar realmente la forma de ver, confíar en la apreciación personal, en el criterio y, después, en la felicidad que se siente al descubrir una nueva obra y en los interrogantes que empieza a plantearnos.